Friday, 8 March 2019

MERCEDES PINTO, COMMITMENT FROM CANARY ISLANDS

Mercedes Pinto
Mercedes Pinto Armas de la Rosa y Clós, Josefina Pla, Tina Suárez, María Padrón, Lola Suárez, Inocencia Páez, María Viera y Clavijo, Natalia Sosa Ayala, Cesarina Bento, Olga Rivero Jordán... are some of the most popular Canarian writers.

Today, The Grandma wants to celebrate March, 8 remembering these wonderful writers whose poems talk from the soul to express their feelings and sometimes to reclaim their rights as women in a society that must fight for equality between all people without any distinction of sex, race, religion or language.

It's difficult to choose only one writer of this long list but The Grandma has decided to talk about Mercedes Pinto Armas de la Rosa y Clós, who was born in La Laguna, Tenerife in 1883 and died in Ciudad de México in 1976.

Pinto was a journalist and a writer well-known by her political activism, her feminism and a polemic conference pronounced in the Universidad Central de Madrid in 1923 titled El divorcio como medida higiénica (Divorce as a hygienic measure). She was condemned by dictator Primo de Rivera
to exile in Bioko but when she knew the sentence, she exiled first to Lisbon, Portugal and later to Montevideo, Uruguay. She went to Chile where she met Pablo Neruda and she also visited Cuba and Mexico. She didn't want to return to Spain because of the dictatorship of Franco although she visited her country some times.

The Grandma wants to read some parts of Pinto's works but she has decided to do it in the original language, Spanish, because as Catalan people say traduir és trair that means "to translate is to betray" in reference to keep the original language of the authors as a way to understand better their feelings and their words. Here some words of Mercedes Pinto from her conference El divorcio como medida higiénica (Divorce as a hygienic measure):

[…] Yo sé, señores, que esta enfermedad pueden llevarla en sí lo mismo los hombres que las mujeres, pero yo soy mujer y vengo a hablar por ellas. Los hombres casados con una enferma de este género lo tienen todo a su favor : «Pobre hombre —dicen— la mujer es insoportable, es celosísima, es rabiosa, es una fiera; debe estar chiflada, porque hace cosas muy extrañas». Por fin el marido, acompañado del asentimiento y la conmiseración de los amigos, de sus criados y del mundo, toma a la esposa y la lleva a una casa de salud, o la entrega a sus padres, quedándose él con los hijos, porque la mujer «no anda bien de la cabeza».

Así dicen; y no andar bien de la cabeza es tener celos infundados de un marido intachable, es el enfadarse sin causa, es hacer del hogar una molestia continuada, etc., etc. El hombre pues, está ya liberado.

Mercedes Pinto
La mujer en cambio se casa con un hombre sano, del cual puede hasta tener certificados médicos, no tiene tuberculosis ni enfermedades venéreas, sus hijos, pues, serán saludables. Creo además, por habérselo oído a médicos alienistas, que la «paranoia» suele estar oculta en la infancia y en la primera juventud y desarrollarse generalmente cuando las preocupaciones y cargas de la vida se acentúan y pesan sobre el cerebro… es decir, cuando después de casados, y aún después de la primera época, el nacimiento de los hijos y su sostenimiento y educación empiezan a levantar en el predestinado a la locura las aún dormidas preocupaciones.

¿Cómo va un médico que examina la sangre y el pulmón de un hombre a saber que en no lejano día el negro sadismo se levantará cruel y silencioso entre las sombras de la alcoba nupcial?

¿Cómo puede el médico adivinar las torturas a que la infeliz esposa va a verse sujeta? ¿Cómo la verán sus ojos de doctor y humanista con los dedos retorcidos y la garganta doblada bajo las presiones y las mordidas que han de dar al sádico el esperado goce?

Las infinitas crueldades que un enfermo del cerebro puede desarrollar en el matrimonio sólo puede concebirlas la mente más exaltada, los celos más insospechados, las manías más torturantes, los insomnios más tétricos, las bajezas más bochornosas…

Y eso, todo eso que parece ha de ser causa de divorcio, no lo es ni puede serlo, puesto que el Código aprecia como motivo de divorcio aquellos golpes de naturaleza tal que pudieran haber causado la muerte, y una cantidad de testigos que no sean de la familia, ni sirvientes, sino personas de fuera de la casa que hayan presenciado los hechos. De manera que todas las violencias, las torturas y los horrores incontables por asquerosos o brutales que contra su esposa pueden ocurrírsele a un paranoico, no son nada ante las leyes; tiene que esperar que le peguen un tiro… (y no la acierten) para que los jueces piensen que si le acierta… ¡se hubiese quedado en el sitio! Y por lo que se refiere a los testigos, desde luego comprenderéis lo imposible de que ciertos martirios, generalmente de alcoba y nocturnos, tengan testigos, por que no es costumbre que los amigos estén en la habitación a esas horas, y si la esposa grita, ya tendrá cuidado de no volver a hacerlo porque el marido lo impedirá, del modo que pueda, pero lo impedirá.

Además, todo el ambiente que ayudó al esposo de la enferma, al recluirla en un manicomio, o enviarla con su familia, quedándose él con sus hijos, ambiente que le harán también las mujeres que se pondrán de parte del marido, le faltará seguramente a la esposa al tratar de hacer lo mismo. Por regla general, pocas veces llega al público el verdadero aspecto de la horrible verdad.

Un señor discutidor, suspicaz, dispuesto a agriar las conversaciones con frases molestas y hasta llegando alguna vez a una agresión, no es para los ojos de los extraños más que un hombre de mal carácter, o tal vez cuando más «un señor raro»; pero esas gentes ven las cosas de lejos, no saben los disimulos, las suspicacias y los engaños con que esos hombres que no son raros, sino sencillamente enfermos, llegan a ocultar al público completamente las espantosas negruras de su hogar.

Esa locura engañadora, que lleva generalmente al que la padece a ver en los demás maldad y refinada malicia, desprestigia a la esposa del loco, por regla general, y a las iras de éste se les llamará «mal carácter», y a su sadismo exageraciones de la esposa que comprende mal las expansiones de un apasionado, y a sus celos les llamarán «exceso de amor», si es que no —¡lo que desgraciadamente ocurre!—, se vuelve la opinión en contra de la esposa, y dicen que algo habrá en ella cuando él la cela.

¿Qué ayuda puede darnos la justicia? Ninguna; porque la locura por sí no es causa de divorcio.
[…]
  


Desde el avión

A MIS HERMANOS TODOS LOS EMIGRANTES

Ya no hay largas distancias,
ya no hay mares azules y extensos
donde se ahogan los cantos perdidos
de los marineros.
Ya no existen montañas silentes
cerrando horizontes,
como negras murallas gigantes
que forman fronteras y separan mundos…
Ya se acortan los caminos largos,
resecos y crueles, por donde se alejan los seres queridos,
¡madre, novia, casa…! ¡Ya no estamos lejos!
¡La ruta celeste siempre estará abierta!
¡Nos dormimos niños, soñando en un viaje,
cabalgando,
en las verdes crestas de un fugaz relámpago!

Mercedes Pinto

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